Nuestro
cerebro es el gran desconocido de la ciencia. En apenas 1.500 centímetros
cúbicos aproximadamente, nuestra cavidad craneal alberga el mayor enigma de
nuestra existencia física en el universo. Su complejidad estructural y
funcional es impresionante. Se calcula que en nuestro córtex cerebral, el área
del cerebro con la que pensamos, imaginamos, percibimos o decidimos, habitan
10.000 millones de neuronas en una red interactiva de 50 trillones de sinapsis
nerviosas.
Este
complejo elemento de nuestra estructura sigue las mismas reglas de adaptación
que el resto de nuestro cuerpo; se fortalece y optimiza constantemente si los
estímulos que recibe son proporcionados y mantienen las pautas de tiempo,
intensidad, cantidad, cualidad y necesidad oportunas.
Es
una maravilla de la naturaleza que debemos aspirar a comprender progresivamente
desde diferentes ámbitos. El resultado de sus procesos y su propia estructura
biológica están incluidas en un marco de estudio único que comienza a
entreverse como el área de estudio multidisciplinar más significativa del siglo
XXI: las neurociencias.
Estos
estímulos que mencionábamos anteriormente ocurren constantemente en el
transcurso de nuestra vida, son el eje de la construcción de nuestro
pensamiento. Los neurobiólogos de la Duke University (Carolina del norte),
Lawrence Katz y Manning Rubin, acuñaron el término de Neuróbica para referirse
a un modelo de gimnasia cerebral que estimulase la memoria, la capacidad de
razonar, la creatividad y la coordinación motora. Las investigaciones
realizadas sobre este método confirman que actúa de forma efectiva para frenar
el envejecimiento de nuestras neuronas, con un amplio rango de beneficios sobre
enfermedades neurológicas como el Párkinson, el Alzheimer o el Huntington.
Sus
propuestas no difieren de muchos modelos de entrenamiento estructural o
funcional del cuerpo humano. Básicamente
consiste en generar un factor de estrés productivo que lleve a mantener
activo el proceso de adaptación y autoconstrucción en el marco de la propuesta.
Para ello se proponen ejercicios mentales tales como cambiar los hábitos,
transformar pequeños gestos rutinarios que conlleven una necesidad de
reinterpretación del momento, con la consiguiente actividad transformadora
cerebral derivada de esta exigencia. Actividades como cambiarse el reloj de
mano, realizar con la mano izquierda actividades habitualmente realizadas con
la mano derecha, realizar ejercicios en espejo, etc. son algunas de las
recomendaciones. En definitiva se trata fundamentalmente de salirse de las
rutinas motoras y de percepción para estimular nuevas formas de ver y de hacer
las cosas, crear estrés productivo para generar adaptaciones.
Si
miramos desde esta perspectiva la práctica del Taijiquan, quizá no necesite mucha explicación el título de esta
entrada. Como arte del movimiento se revela como una herramienta de gran
potencia para someter a nuestro cuerpo y nuestra mente, de forma conjunta, a
una necesidad de adaptación permanente. Su práctica habitual, correctamente
dirigida, se traduce en una actividad que acumula todos los beneficios propios
de cualquier gimnasia mental o Neuróbica.
El
simple aprendizaje de la forma (Tao Lu)
es un esfuerzo enorme de activación de la memoria sensorial, la memoria a corto
plazo y la memoria a largo plazo. Nuevos patrones de movimiento inusuales,
nuevas sensaciones, necesidad de unificar respiración y movimiento,
autopercepción de la postura corporal y del reparto de cargas, etc. Todo ello
lleva a que el ejercicio corporal que realicemos está permanentemente unido a
una serie de elementos cerebrales que sitúa el ejercicio en algo mucho más potente
que un mero mecanismo de segregar endorfinas, algo que podríamos conseguir
simplemente corriendo.
Por
otra parte, la reflexión sobre la dinámica de aplicación de la técnica, sus
modificaciones estructurales dependiendo del contexto y de las variables lógicas
en ámbitos como el Tui Shou o el San Shou, entre otros, incrementan e
intensifican este proceso en un modelo evolutivo lento pero constante, algo que
tiene mucho que ver con lo que hablamos desde el principio.
Al
estudiar el arte abordamos todos estos elementos y los vamos conjugando en un
ejercicio progresivo de enlace conceptual que amplifica el marco de percepción
de la actividad. Esto ocurre a tal nivel que comenzamos a generar automatismos
referentes a estos patrones en otros ámbitos de nuestra vida diaria. De todo
ello se derivan una serie de beneficios observables en la mejora de los
reflejos, la optimización del esfuerzo físico en determinadas actividades, una
mejora de la colocación postural para la realización de actividades o para nuestro
estado sedente, una mejora de la capacidad de concentración y de retentiva
visual y, cómo no, una estructura marcial que aborda inevitablemente los
factores emocionales y reactivos (supervivencia) del cerebro, algo que de
alguna forma acaba conectando sus tres áreas fundamentales (córtex, límbica y
reptiliana).
Aunque
la práctica normal del Taijiquan, por
si misma, ya produce todos estos beneficios, el enfoque del entrenamiento
también tiene mucho que decir sobre esta productividad Neuróbica. Es preciso transformar
los patrones habituales de entrenamiento y no acomodarse excesivamente en las
formas (Taolu) a base de repeticiones y más repeticiones. Es aconsejable introducir,
permanentemente, elementos que replanteen las estructuras de acción
(lateralidades, direccionalidades, alturas, supresión de acción en áreas
anatómicas diferentes, relevancia de algún elemento concreto, acción con los
ojos cerrados, acción mental sin movimiento físico, etc.) De todo esto hablamos
en nuestra serie de entradas Rompiendo las estructuras.
Quizá
la longevidad atribuida tradicionalmente a los practicantes de estilos internos
como el Taijiquan tiene que ver
también con la repercusión cerebral que tienen sus propuestas, con la capacidad
de mantenerse mentalmente activo, lúcido, operativo para la vida, con el papel
que juega nuestro cerebro en la salud general del cuerpo y, sobre todo, con el
disfrute de afrontar la vida con nuevos y permanentes retos de aprendizaje y de
comprensión, algo que la práctica habitual del Taijiquan nos garantiza en todos sus estilos cuando son practicados
correctamente.