Parecen palabras
divergentes. Espiritualidad y artes marciales aparecen comúnmente ligadas en
novelas o películas de tinte romántico que pretenden crear una atmósfera
artificial para unir estos dos elementos en base a una lógica que poco o nada
tiene que ver con lo que verdaderamente los une.
En realidad tienen
mucho que ver en tanto que el individuo que pretende progresar en el camino
espiritual deberá enfrentarse a un sinfín de obstáculos. Para abordar estos
obstáculos las artes marciales cuentan en sus estructuras con todos aquellos
elementos necesarios.
Algunas palabras
se sobreutilizan y se aplican a cualquier cosa hasta el punto que acaban
perdiendo su verdadero significado. Las palabras amor, paz, libertad y otras
muchas sufren el mismo despropósito que podemos observar en lo espiritual.
La raíz de estas
conexiones se encuentra en una visión profunda de ambos estratos de búsqueda.
Por una parte, la búsqueda espiritual nos habla de una elevación progresiva del
individuo desde su parte más instintiva hasta la fenomenología más depurada
observable en su psiquismo. El ser humano tiene un enorme potencial de
progresión como individuo en el tiempo y su conciencia debería evolucionar a la
par que su organismo porque esa característica es común a todo lo que se mueve
en nuestro universo.
Este potencial desde
los elementos profundos de supervivencia, nuestra materialidad corpórea, hacia
nuestra elevación a los territorios sutiles de la conciencia, nuestro espíritu,
se expresa constantemente en cada una de las acciones que realizamos a lo largo
de nuestros días. El camino espiritual es el camino de un guerrero que se
enfrenta a cada momento con la dura tarea de salirse de sí mismo para prestar
atención a los procesos internos y externos que están condicionando su
evolución. Desde esa distancia, sin intervención de la estructura del ego, debe
interpretar correctamente esos signos y sin enjuiciarlos, establecer los
procedimientos pertinentes que le permitan recoger los frutos sagrados de la
experiencia y dejar las pieles y semillas intragables para que abonen el
terreno para los que se alimentan de otra forma. La vida en su desarrollo no
desaprovecha nada, todo debe tener un sentido.
El artista marcial
es ante todo un germen inicial de un modelo humano superior. Con esto no quiero
marcar diferencias de orden jerárquico social o humano. Simplemente me
concentro en los objetivos reales del artista marcial verdadero, de tallar las
aristas que la herencia, la cultura, la historia y su propia energética
individual arrastran al territorio existencial.
Este territorio,
para el amante del arte, está compuesto de esfuerzo físico y mental. Los
pilares de la superación personal tienen poco que ver con la típica progresión
fugaz a la que apuntan las películas. Tienen que ver con una absoluta
sinceridad de nuestro deterioro material, de las pautas limitantes de nuestro
cuerpo con respecto a nuestra capacidad espiritual y psíquica. El hombre puede
amar, puede comprender, puede entender qué está pasando. Puede sentir cómo eso
que está pasando lo está intentando transformar, cómo está pretendiendo la
situación transformar el sentimiento visual y dinámico de su intención y su propia
voluntad de materializar un alma sin desperdicios.
La técnica, el
trabajo físico o el trabajo estratégico, dentro del arte, tiene que ver con un
contexto en el que nuestro miedos, nuestra ira, nuestro rencor o nuestras dudas
activas más profundas pueden emerger. Aprender a defenderse es desarrollar poco
a poco una confianza en nuestro propio potencial para defender unos valores sin
menoscabo de que, en última instancia, no podamos conseguir mantenerlos más
allá de nosotros mismos. Aprender a aceptarlo es también comprender el presente
de una forma más profunda y más real.
La naturaleza es
contundente, despiadada, irracional. Esta realidad del medio en el que operamos
no debe olvidarse para no caer en la ilógica sensación de que el universo es un
espacio de confort. Podemos lograr ese confort interior a base de crear una
estructura física y psíquica lo suficientemente fuerte como para que nada la
doblegue. La práctica del guerrero ahonda en esas características del individuo
para plantearle propuestas de aproximación a sus propios límites, no
exclusivamente para mostrarlos, sino para entender las vías de trascendencia de
los mismos y poder realizar el salto constante de un plano de conciencia
inferior a otro plano superior integrando ambos en nuestra experiencia vital.
El alma del ser
humano está en constante configuración y el encaje de las realidades que
percibimos, los parámetros en los que se basa dicha percepción y la cantidad de
progresión que una u otra aptitud nos consienten forma parte de la misma
filosofía marcial que reconecta al individuo con el guerrero del espíritu que
pretende ser. La palabra guerrero también ha sido capturada una y otra vez por
un contexto que la sitúa de continuo entre las armas y la sangre. Para el artista
marcial el guerrero lo es en virtud a su voluntad inequívoca de afrontar los
obstáculos en un orden que le permita no retraerse de su verdadera función
vital que es la de evolucionar, progresar constantemente y transmitir esta
progresión para que el proceso evolutivo de la conciencia humana no se detenga
en nuestras insignificante miserias personales. La luz y la oscuridad van de la
mano en nuestro interior y el espíritu luminoso que busca un artista marcial no
difiere del que busca un místico. Lo hace desde la realidad inmediata sin
perderse ningún acontecimiento útil para el proceso.
Los disfraces, las
desviaciones en las que las corrientes de pensamiento establecen imágenes fijas
a las que adorar o desde las que proyectar una falsa imagen de santidad, no
tienen nada que ver con lo que estos métodos promulgan o deberían promulgar
desde lo poco que he comprendido de los gigantes a cuyas espaldas caminamos.
Todo fue hecho ya, todo ha sido configurado para que el hombre en su magnitud y
su minúscula presencia en el universo, sea la chispa desde la que deben arder
los corazones de futuras estrellas en las que la conciencia, como hilo
conductor del sentido de un universo infinito en expansión y contracción, represente
el fuego del corazón guerrero que alimenta la voluntad de cualquier artista
marcial verdadero. En ese punto la espiritualidad del guerrero es incuestionable,
ahí se encuentran de facto estos dos caminos y se fusionan en una única
búsqueda personal.