Seguimos
merendándonos unos a otros. Este incesante proceso comercial que inunda nuestro
día a día nos traspasa en todos los ámbitos de nuestra vida. La
comercialización de cualquier oferta social parece imprescindible para garantizar
la supervivencia de éstas.
Por otra parte, la
tendencia progresiva a implantar un modelo de pensamiento excesivamente
materialista y racionalista nos está llevando a reducir progresivamente la
inversión social en todo aquello cuyo futuro posible beneficio no tenga un
impacto directo en alguno de los bolsillos de los que manejan la partida. Parece que no plantamos o no queremos plantar
los árboles cuya sombra nunca veremos.
Podemos apreciar
el deterioro progresivo que están sufriendo las humanidades, incluyendo sin
lugar a dudas en ellas a las corrientes artísticas que tanto han aportado en la
construcción positiva del ser humano. El arte parece que se está quedando sin
apoyos y necesita encontrar los medios de subsistencia que le permitan superar
este bache.
Al referirnos a
arte o a humanidades estamos hablando también de la intelectualidad en su
expresión social más acertada. Por lo que parece, volvemos a repetir la
historia pero en una forma de contrasentido en el que, a pesar del auge burgués
incómodamente vinculado a un modelo político decadente, las luces no terminan
de aparecer.
Esta decadencia de
los elementos que configuran socialmente la espiritualidad activa del grupo
humano, el que formamos todos los que vivimos en este país y en este mundo, nos
lleva a plantearnos una enorme cuestión basada en la productividad: ¿qué
beneficios económicos produce el arte? También podemos ampliarla
subsecuentemente a otra más afinada: ¿qué formas de arte son más productivas en
el ámbito de lo económico?
Ahora todo pasa
por el tamiz de lo productivo y la capacidad del colectivo para sufragar la
subsistencia del entramado artístico se presenta cada vez más utópica. Parece que se
ha impermeabilizado la visión colectiva en todo lo que no tenga el color del euro
y mostramos una tendencia generalizada a un pragmatismo equivocado basado en lo que se nos vende como
absolutamente imprescindible, pero ¿acaso no es fundamental para la vida el
arte?, ¿podemos prescindir de él?
La infiltración de
lo artístico dentro de actividades con mayor input comercial parece inevitable.
El diseño publicitario, la música comercial, los anuncios, el cine y la
televisión, están acogiendo diversas formas de expresión artística que, de no
ser por esa matriz, difícilmente superarían este bache en el que estamos.
Podemos interpretar este proceso como una evolución integradora de los
elementos económicos y artísticos, pero también podemos verla como una pérdida
de esencia en la que las artes, si no pertenecen al circo de la economía, no
tienen razón de ser. Esto quebranta de por sí su propia esencia, una esencia de
aspiraciones muchísimo más altas que las de adornar televisivamente un producto para incrementar su venta.
La progresión
evolutiva artística del ser humano debería estar protegida de toda inclemencia
política, económica o social. Sabedores de su importancia para el mantenimiento
de una visión equilibrada y enriquecedora de la vida, nos debería dar que
pensar más de lo que lo hace actualmente.
Cuando vislumbro
el futuro de nuestras disciplinas artísticas, y más concretamente la
singularidad de las artes marciales en su conjunto, veo que este proceso productivo, de
materialización económica efectiva, está funcionando a pleno rendimiento.
Parece complicado subsistir manteniendo la visión tradicional de la práctica marcial
de cualquier estilo al que nos refiramos.
En la antigüedad,
el maestro ilustrado de artes marciales conjugaba su entrenamiento con el
estudio de la caligrafía, la poesía, la pintura y otras formas artísticas de
expresión. Su búsqueda personal no descartaba estos elementos como inherentes a
su más profunda búsqueda espiritual. Esta búsqueda parece que se ha enconado en
el filtro actual de la productividad económica, la efectividad defensiva o, por
desgracia, la espectacularidad circense de algunas formas deportivizadas de
prácticas marciales.
En la próxima
entrada reflexionaremos sobre este punto y analizaremos con mayor lujo de
detalle algunas realidades que están afectando sobremanera, y en particular, a
la natural evolución social de las artes marciales internas en nuestro país.