De las múltiples actividades que realizamos a lo largo del día, parece que
caminar es una de las más saludables. Todos los médicos nos lo recomiendan.
¡¡Andar, una fórmula óptima para mantener la salud!!. ¿Mental?
En
más de una ocasión me he cruzado en alguno de mis paseos con personas que
también paseaban. Unas muy bien equipadas para la caminata matutina, otras en
aparente fuga de alguna sombra misteriosa, algunas con auriculares y música de
alto voltaje. Otros enchufados a un móvil realmente inoportuno.
Reflexionando
sobre esta forma de caminar me pregunto si realmente el acto en sí de caminar
es tan saludable cuando se aborda desde esa perspectiva.
Las
recomendaciones sobre la salud deberían ir acompañadas de algunas indicaciones
básicas sobre la forma de caminar, la intensidad física y mental del ejercicio,
sus objetivos reales, sus beneficios específicos. Caminar no es solo
desplazarse, es también acercarse a aquello a lo que nos dirigimos o alejarse
de aquello de lo que nos despedimos.
De
los múltiples actos que podemos acometer en nuestra mística doméstica, caminar
es uno de los más interesantes. Pero para hacerlo de una forma útil me
permitiré detallar algunas indicaciones para que nuestros domisticados no vayan
por ahí en meditación caminada revisando los correos electrónicos en el
Smartphone.
El
acto de caminar es uno de los acontecimientos que marca una diferencia
sustancial entre las especies. Sin que nos sintamos muy importantes debemos
asumir que el incorporarnos ha marcado, de algún modo, serias diferencias con
nuestros hermanos primates. Sin embargo, pese a esta evolución, parece que en
algunos aspectos, sobre todo en el plano de la mística, muchos monos están más
cercanos al tao de lo que lo estamos nosotros.
Dado
que es algo que nos ha situado tan arriba sobre el conjunto de especies,
deberíamos cultivarlo como un acto sagrado del que podemos extraer numerosos
beneficios y que puede ser de gran apoyo a nuestra ruta interior.
Calcular
cuánto, cómo, por dónde y para qué son algunas de las habituales preguntas que
nos hacemos antes de acometer cualquier empresa. En este caso son también harto
necesarias.
Podemos
interpretar el acto de caminar como un acto de escucha. Nuestro cuerpo al
caminar alterna constantemente su peso de una pierna a la otra. Nuestras
caderas reciben la carga de nuestra parte superior y la van distribuyendo,
rítmicamente, en un vaivén delicioso entre nuestras piernas. Este vaivén,
cuando es acompañado por el ritmo alterno de los brazos que se balancean,
integra el resto de nuestro cuerpo en una constante experiencia de
lateralidades mutantes que nos pueden dar mucha información sobre el estado de
tensión de nuestro cuerpo. Como ejercicio entendemos que es de una gran
utilidad porque, no solo moviliza nuestra sangre y hace funcionar con mayor
intensidad a muchos de nuestros órganos, también nos permite conocer las
tensiones que acumulamos en algunas partes de nuestro cuerpo y, en
consecuencia, poder abordar los cambios necesarios para disolverlas.