En ambos casos, la
situación se presenta en toda su crudeza y no debe extrañarnos que, poco a
poco, lo que conocíamos como arte marcial interno se termine convirtiendo en
gimnasia suave y relajada en la que los elementos místicos del profesor se
transfieren al alumno en una especie de alquimia insospechada que siempre suele
llevar el sello del «pague usted su iluminación repentina que yo después me
quito el moño y me voy de copas». También es posible que sea lo que obedece en
justicia para alumnos o interesados a los que no les interesa, valga la
redundancia, en absoluto profundizar en nada sino que, por encima de todo,
pidan que el arte en su conjunto se adapte al ideal que ellos se habían formado.
Un ideal basado en una película, un anuncio, una imagen de una revista o un
petardo muy cerca de la cabeza.
En esos casos,
parece que el precio nunca es un problema. Cuando la promesa es la iluminación,
el reconocimiento como heredero de un linaje que ni los mismos historiadores
chinos se terminan de creer, me refiero al Taijiquan,
y la imposición de una jerarquía humana que sitúa a unos más avispados por
encima de otros sedientos de algo que no saben, ahí si merece la pena pagar lo
que haga falta. Si para colmo se entrega diploma certificando la jugada, pues
todo el mundo feliz. Esta es la cruda realidad.
Ante esta
perspectiva, pocas son las posibilidades que tiene un profesor de Taijiquan que pretenda enseñar el arte en su conjunto. En realidad no tendrá
muchas si pretende vivir de su trabajo. Podrá enseñarlo si su medio de
subsistencia es otro. A partir de ese momento es posible que decida dar clases
en un polideportivo a cuarenta personas cobrando 6 euros la hora en el mejor de
los casos. Cuarenta personas de las que unos días repetirán sesión unas y otros
días repetirán otras, si la clase de Spinning
estaba llena ese día. El panorama aparenta ser desolador de cara a este
objetivo.
Pero también
existen otras opciones que no hay que descartar. La enseñanza, la cultura, la
formación desde los elementos externos del arte pueden cambiar esta
perspectiva. Cambiar el objetivo de atracción de los alumnos ofreciendo algo de
lo que realmente están buscando.
Los interesados en
practicar artes marciales están buscando desarrollar un método de defensa
personal, quieren seguridad, fortaleza física, robustez de carácter. Todos
estos elementos se pueden encontrar en la práctica marcial interna, pero hay
que tener una madurez en la práctica para darse cuenta de ello. Por este
motivo, la formación inicial en Taijiquan
para interesados en artes marciales quizá debería, tal y como están las cosas,
comenzar desde la enseñanza y aprendizaje de una estructura externa de combate,
un sistema que integre aquellos elementos tangibles, contundentes y efectivos a
medio plazo. A partir de ahí, cuando el yang llegue a su cenit y la técnica se
encuentre con otra técnica, el máximo de fuerza con otro máximo de fuerza y la
desesperación con la necesidad, en ese momento mágico, es posible que los
conceptos de ceder, seguir, transformar y tantos otros cobren un inmediato
sentido.
Para llegar a ese
momento el alumno debe crecer en seriedad, en humildad. Debe desprenderse de
toda la basura televisiva que traía en la mochila. Debe dejar que el profesor
haga su trabajo y no imponerle esto o aquello que le ha comentado su vecino. El
alumno debería, como se hacía en las antiguas escuelas de artes marciales
chinas, respetar a su padre en el ámbito de la formación marcial, entender que
su trabajo es sutil, necesario, complejo, lento, interior, personal,
transferible, humilde, sincero y digno de confianza. También tiene que definir
personalmente su objetivo en la práctica. Desde ese límite, desde el borde
final del yang no queda más opción que saltar a lo complementario o quemarse
finalmente en una lateralidad consumidora.
Lo relativo a la
imagen terapéutica del Taijiquan se puede abordar con otro compromiso o con
otros objetivos de desarrollo que no pueden ser enmarcados dentro del concepto
de arte marcial propiamente dicho. Quizá Qi
Gong o Taijiquan para la salud,
no son definiciones tan extrañas si las vemos desde esta perspectiva.
Por estos motivos,
desde nuestra experiencia como centro de formación en artes marciales chinas,
creemos profundamente necesaria una cultura marcial previa al inicio del
estudio de los estilos internos de boxeo chino. No porque esto sea realmente
necesario, sino porque se ha convertido en necesidad en nuestra sociedad según
lo que comentábamos al principio. Definir bien el objetivo de la práctica y
ofrecer a los alumnos la posibilidad de evolucionar personalmente en la
comprensión de esta idea es algo, desde nuestro punto de vista, mucho más
honesto que disfrazar el arte de misticismo monástico o desgajarlo en su
esencia para presentar un modelo que se adecúe a lo que la tele nos muestra en
los anuncios de yogur.