martes, 20 de noviembre de 2012

Crónica del último curso con los maestros Wang Yang y Thomas Cantegrit

Este ha sido el último seminario del 2012 al que hemos tenido la suerte de asistir bajo la tutela y enseñanza del maestro Thomas Cantegrit y la maestra Wang Yang. Como segunda cita del año, las enseñanzas adquiridas en los diferentes módulos de práctica han sido mejoradas e incrementadas con el enorme caudal de conocimientos al que este tándem de maestros nos tiene acostumbrados. 

La práctica de la familia Wang dispone de un sabor propio, un acento indiscutible sobre los preceptos taoístas llevados a su máxima interpretación práctica. En el Taijiquan de la familia Wang, así como en sus métodos de trabajos específicos para la salud y la longevidad, nos encontramos de frente con una realidad que no deja de sorprendernos. Lo natural se funde con el profundo conocimiento de una filosofía de vida heredada de la más férrea tradición marcial interna de la cultura china. 

Si hay algo característico en esta forma de arte, lejos de cualquier simplificación devastadora que pudiese dar al traste con la tradición, resaltaríamos la naturalidad con la que se tratan elementos tan complejos de entender para el occidental no versado en términos propios de la sinología o la filosofía taoísta más primigenia. La medicina china, la gimnasia, las artes marciales, la religión y el taoísmo en estado puro se funden en una forma real de entender algo tan aparentemente ecléctico como resulta ser el Taijiquan. La definición de esta corriente de vida, traducida artísticamente en uno de los títulos de sus obras: Xiao Yao «serenidad», «calma», nos aproxima a un sentimiento que inunda cada movimiento y cada enlace de las rutinas que nos proponen. 

Desde el trabajo con la espada Jian al Qi Gong del juego de cinco animales Wu Qin Xi, pasando por el abanico de serenidad de Siming, las formas de práctica marcial, el estudio de las formas del estilo Chen o los métodos para calmar el corazón abriendo los huesos, el flujo de conocimientos discurre por un arroyo suave y calmado que nos transmite el sabor sereno de un esfuerzo de la máxima exigencia y nivel.

Acompañar en este pequeño viaje eventual en la senda del Dao a estos dos maestros nos permite establecer la hermandad y camaradería propias de los que viajan hacia un mismo destino bajo la guía segura de quien ya lo ha recorrido con creces en múltiples ocasiones. La voluntad y el deseo de caminarlo no siempre van de la mano y, en las primeras gotas de sudor tras el entrenamiento, no dejamos de preguntarnos dónde comienza y dónde acaba este discurso del arte en movimiento.

El esfuerzo siempre merece una pena que no es tal entre un grupo tan comprometido en esta búsqueda. Quizá este seminario se ha caracterizado precisamente por esta confluencia de almas afines en un contexto bien gobernado y lleno de sabores y matices de ese algo enorme en el que estamos inmersos. Leyes que escapan a la lógica y lógica indiscutible en las inercias representadas por un movimiento afín a una frágil rama mecida por el viento o a una caña de bambú que cede ante la presión sin perder su integridad.

Quizá esta intensidad y la diversidad de elementos a los que hemos podido acceder en estos días de práctica se merezcan una reflexión de 6 meses para cuajar matrices hasta la próxima cita en el mes de mayo. Por delante nos quedan momentos de práctica en soledad, de compartir experiencias, de comentar sensaciones y de prever la dirección de nuestras vidas con estas propuestas ancestrales de existir ondeando al viento de la naturaleza profunda de nuestras almas, con la sinceridad inevitable de un Dao que no tiene duplicidades en el cielo anterior al que nuevamente nos dirigimos.