viernes, 29 de julio de 2016

El Taijiquan como procedimiento Neuróbico de alto rendimiento

Nuestro cerebro es el gran desconocido de la ciencia. En apenas 1.500 centímetros cúbicos aproximadamente, nuestra cavidad craneal alberga el mayor enigma de nuestra existencia física en el universo. Su complejidad estructural y funcional es impresionante. Se calcula que en nuestro córtex cerebral, el área del cerebro con la que pensamos, imaginamos, percibimos o decidimos, habitan 10.000 millones de neuronas en una red interactiva de 50 trillones de sinapsis nerviosas.
Este complejo elemento de nuestra estructura sigue las mismas reglas de adaptación que el resto de nuestro cuerpo; se fortalece y optimiza constantemente si los estímulos que recibe son proporcionados y mantienen las pautas de tiempo, intensidad, cantidad, cualidad y necesidad oportunas.
Es una maravilla de la naturaleza que debemos aspirar a comprender progresivamente desde diferentes ámbitos. El resultado de sus procesos y su propia estructura biológica están incluidas en un marco de estudio único que comienza a entreverse como el área de estudio multidisciplinar más significativa del siglo XXI: las neurociencias.
Estos estímulos que mencionábamos anteriormente ocurren constantemente en el transcurso de nuestra vida, son el eje de la construcción de nuestro pensamiento. Los neurobiólogos de la Duke University (Carolina del norte), Lawrence Katz y Manning Rubin, acuñaron el término de Neuróbica para referirse a un modelo de gimnasia cerebral que estimulase la memoria, la capacidad de razonar, la creatividad y la coordinación motora. Las investigaciones realizadas sobre este método confirman que actúa de forma efectiva para frenar el envejecimiento de nuestras neuronas, con un amplio rango de beneficios sobre enfermedades neurológicas como el Párkinson, el Alzheimer o el Huntington.
Sus propuestas no difieren de muchos modelos de entrenamiento estructural o funcional del cuerpo humano. Básicamente  consiste en generar un factor de estrés productivo que lleve a mantener activo el proceso de adaptación y autoconstrucción en el marco de la propuesta. Para ello se proponen ejercicios mentales tales como cambiar los hábitos, transformar pequeños gestos rutinarios que conlleven una necesidad de reinterpretación del momento, con la consiguiente actividad transformadora cerebral derivada de esta exigencia. Actividades como cambiarse el reloj de mano, realizar con la mano izquierda actividades habitualmente realizadas con la mano derecha, realizar ejercicios en espejo, etc. son algunas de las recomendaciones. En definitiva se trata fundamentalmente de salirse de las rutinas motoras y de percepción para estimular nuevas formas de ver y de hacer las cosas, crear estrés productivo para generar adaptaciones.
Si miramos desde esta perspectiva la práctica del Taijiquan, quizá no necesite mucha explicación el título de esta entrada. Como arte del movimiento se revela como una herramienta de gran potencia para someter a nuestro cuerpo y nuestra mente, de forma conjunta, a una necesidad de adaptación permanente. Su práctica habitual, correctamente dirigida, se traduce en una actividad que acumula todos los beneficios propios de cualquier gimnasia mental o Neuróbica.
El simple aprendizaje de la forma (Tao Lu) es un esfuerzo enorme de activación de la memoria sensorial, la memoria a corto plazo y la memoria a largo plazo. Nuevos patrones de movimiento inusuales, nuevas sensaciones, necesidad de unificar respiración y movimiento, autopercepción de la postura corporal y del reparto de cargas, etc. Todo ello lleva a que el ejercicio corporal que realicemos está permanentemente unido a una serie de elementos cerebrales que sitúa el ejercicio en algo mucho más potente que un mero mecanismo de segregar endorfinas, algo que podríamos conseguir simplemente corriendo.
Por otra parte, la reflexión sobre la dinámica de aplicación de la técnica, sus modificaciones estructurales dependiendo del contexto y de las variables lógicas en ámbitos como el Tui Shou o el San Shou, entre otros, incrementan e intensifican este proceso en un modelo evolutivo lento pero constante, algo que tiene mucho que ver con lo que hablamos desde el principio.
Al estudiar el arte abordamos todos estos elementos y los vamos conjugando en un ejercicio progresivo de enlace conceptual que amplifica el marco de percepción de la actividad. Esto ocurre a tal nivel que comenzamos a generar automatismos referentes a estos patrones en otros ámbitos de nuestra vida diaria. De todo ello se derivan una serie de beneficios observables en la mejora de los reflejos, la optimización del esfuerzo físico en determinadas actividades, una mejora de la colocación postural para la realización de actividades o para nuestro estado sedente, una mejora de la capacidad de concentración y de retentiva visual y, cómo no, una estructura marcial que aborda inevitablemente los factores emocionales y reactivos (supervivencia) del cerebro, algo que de alguna forma acaba conectando sus tres áreas fundamentales (córtex, límbica y reptiliana).
Aunque la práctica normal del Taijiquan, por si misma, ya produce todos estos beneficios, el enfoque del entrenamiento también tiene mucho que decir sobre esta productividad Neuróbica. Es preciso transformar los patrones habituales de entrenamiento y no acomodarse excesivamente en las formas (Taolu) a base de repeticiones y más repeticiones. Es aconsejable introducir, permanentemente, elementos que replanteen las estructuras de acción (lateralidades, direccionalidades, alturas, supresión de acción en áreas anatómicas diferentes, relevancia de algún elemento concreto, acción con los ojos cerrados, acción mental sin movimiento físico, etc.) De todo esto hablamos en nuestra serie de entradas Rompiendo las estructuras.  

Quizá la longevidad atribuida tradicionalmente a los practicantes de estilos internos como el Taijiquan tiene que ver también con la repercusión cerebral que tienen sus propuestas, con la capacidad de mantenerse mentalmente activo, lúcido, operativo para la vida, con el papel que juega nuestro cerebro en la salud general del cuerpo y, sobre todo, con el disfrute de afrontar la vida con nuevos y permanentes retos de aprendizaje y de comprensión, algo que la práctica habitual del Taijiquan nos garantiza en todos sus estilos cuando son practicados correctamente.