jueves, 16 de octubre de 2014

Andando que es gerundio

De las múltiples actividades que realizamos a lo largo del día, parece que caminar es una de las más saludables. Todos los médicos nos lo recomiendan. ¡¡Andar, una fórmula óptima para mantener la salud!!. ¿Mental?
En más de una ocasión me he cruzado en alguno de mis paseos con personas que también paseaban. Unas muy bien equipadas para la caminata matutina, otras en aparente fuga de alguna sombra misteriosa, algunas con auriculares y música de alto voltaje. Otros enchufados a un móvil realmente inoportuno.
Reflexionando sobre esta forma de caminar me pregunto si realmente el acto en sí de caminar es tan saludable cuando se aborda desde esa perspectiva.
Las recomendaciones sobre la salud deberían ir acompañadas de algunas indicaciones básicas sobre la forma de caminar, la intensidad física y mental del ejercicio, sus objetivos reales, sus beneficios específicos. Caminar no es solo desplazarse, es también acercarse a aquello a lo que nos dirigimos o alejarse de aquello de lo que nos despedimos.
De los múltiples actos que podemos acometer en nuestra mística doméstica, caminar es uno de los más interesantes. Pero para hacerlo de una forma útil me permitiré detallar algunas indicaciones para que nuestros domisticados no vayan por ahí en meditación caminada revisando los correos electrónicos en el Smartphone.
El acto de caminar es uno de los acontecimientos que marca una diferencia sustancial entre las especies. Sin que nos sintamos muy importantes debemos asumir que el incorporarnos ha marcado, de algún modo, serias diferencias con nuestros hermanos primates. Sin embargo, pese a esta evolución, parece que en algunos aspectos, sobre todo en el plano de la mística, muchos monos están más cercanos al tao de lo que lo estamos nosotros.
Dado que es algo que nos ha situado tan arriba sobre el conjunto de especies, deberíamos cultivarlo como un acto sagrado del que podemos extraer numerosos beneficios y que puede ser de gran apoyo a nuestra ruta interior.
Calcular cuánto, cómo, por dónde y para qué son algunas de las habituales preguntas que nos hacemos antes de acometer cualquier empresa. En este caso son también harto necesarias.

Podemos interpretar el acto de caminar como un acto de escucha. Nuestro cuerpo al caminar alterna constantemente su peso de una pierna a la otra. Nuestras caderas reciben la carga de nuestra parte superior y la van distribuyendo, rítmicamente, en un vaivén delicioso entre nuestras piernas. Este vaivén, cuando es acompañado por el ritmo alterno de los brazos que se balancean, integra el resto de nuestro cuerpo en una constante experiencia de lateralidades mutantes que nos pueden dar mucha información sobre el estado de tensión de nuestro cuerpo. Como ejercicio entendemos que es de una gran utilidad porque, no solo moviliza nuestra sangre y hace funcionar con mayor intensidad a muchos de nuestros órganos, también nos permite conocer las tensiones que acumulamos en algunas partes de nuestro cuerpo y, en consecuencia, poder abordar los cambios necesarios para disolverlas.