domingo, 5 de octubre de 2014

El Target del Taijiquan 2



Este circo comercial nos está llevando a aberraciones de todo tipo vinculadas a una visión superficial de lo que son las artes marciales como forma de expresión humana en sus múltiples facetas. Es cierto que una parte importante de su esencia se basa en el diseño de técnicas efectivas para la autodefensa y el combate. Pero no podemos olvidar que lo que ha llegado hasta nuestros días, tanto en los sistemas orientales como en algunos occidentales, es el resultado de un proceso en el que las corrientes militares, monásticas y civiles han conjugados sus fundamentos en una forma ecléctica de actividad artística en la que se han integrado los elementos internos y externos de la lucha constante del ser humano en su proceso vital.
El Taijiquan es uno de los métodos peor parados de esta visión superficial al haberse confundido radicalmente su esencia. La necesidad o no de un método marcial en el siglo XXI está constantemente puesta en tela de juicio, sin embargo todos los días nos llegan noticias que hacen pensar lo contrario.
La violencia no se ha superado y no se conseguirá superar en un periodo de tiempo bastante grande si no se produce un cambio profundo en nuestra sociedad, una sociedad que a veces pretende encubrir bajo el título de arte a otras formas aberrantes de violencia que nos alejan de los elevados valores a los que podría aspirar el ser humano bajo dicha definición. Estas formas encubiertas de violencia en el ámbito popular, tanto hacia lo artístico como a lo cultural, nos ponen de frente con el arraigo que esta hipocresía institucionalizada tiene en nuestra sociedad.
Todos necesitamos practicar artes marciales en un entorno en el que la violencia fluye como una savia oscura en lo más profundo de nuestra colectividad. Lo necesitamos para enfrentarnos a las puntas desbocadas del desorden social que esta tendencia provoca, y lo necesitamos para enfrentarnos a nuestros propios conflictos interiores relacionados con una estructura moral contradictoria que tiene que vérselas todos los días con el oscuro reflejo de su propia incongruencia. Necesitamos hacerlo pero con unos nuevos valores que tengan consistencia real en el siglo XXI en el que la información, la tecnología, los modos de vida urbanos y el tejido empresarial y económico rigen el ritmo general del grupo humano. El arte marcial del siglo XXI no puede ser exclusivamente una propuesta guerrera en última instancia ni tampoco un sistema que no tenga una utilidad práctica en última instancia. Es el momento de volver la mirada al Taijiquan como opción que pueda servir a estas necesidades.
Milicia y monacato se dan cita en una forma de arte marcial sutil, amplia, filosófica y natural, en la que los principios de flujo, cesión, regulación y autocontrol son pilares fundamentales de su más directa filosofía. Con esta bipolaridad complementaria de enfoque hacia la contienda exterior y hacia la contienda interior, parece innecesario resaltar la necesidad de no amputar al arte ninguna de sus facetas, facetas que muestran la capacidad que tuvieron los antiguos maestros para unir el agua y el aceite de dos formas de entender la gestión del conflicto sin renunciar a ningún elemento propio de su cultura, de su filosofía, de su mitología, ciencia o religión.
En el Taijiquan nos encontramos todos estos elementos en un gran crisol maravillosamente orquestado y con un sentido tan actual que apenas es relevante preguntarse sobre su funcionalidad. Cualquiera que lo practique en toda su dimensión descartará de inmediato esta pregunta. Sin embargo, nos encontramos ante una situación difícil en la que definir el objetivo de la enseñanza popular del arte marcial se torna fundamental para no equivocar al interesado y no engañar al iluso. Muchas personas ven el Taijiquan como una forma de yoga dinámico con adornos taoístas que le confieren un exótico atractivo. Los que se aproximan al aprendizaje de este arte desde esa perspectiva se pueden llevar un enorme chasco cuando el profesor comienza a plantearles ejercicios que conllevan contacto con finalidad aplicativa de las técnicas contenidas en las formas. Este es uno de los grupos más numerosos de interesados por el Taijiquan como disciplina alternativa.
Por otra parte, las personas que buscan un sistema de autodefensa y se topan de frente con un aprendizaje que compite en lentitud con la propia dinámica de ejecución de las formas más simples, simplemente dejan de mirar en esa dirección para fijar su mirada en otras ofertas que representen, quizá de una forma más convincente, el estereotipo que previamente han fabricado en sus cabezas.
Estando así la situación, es difícil imaginar una evolución integral de un arte tan mal vendido de partida. Por otra parte, un arte marcial tan disonante en su mensaje inicial con el ritmo social en el que vivimos inmersos no deja de parecer contradictorio y obliga a los profesores a reenfocar sus objetivos evolutivos en la línea de lo que la demanda comercial les exige.
Tendremos que detenernos a analizar esta situación si queremos entender realmente cuáles son los objetivos finales de la práctica, tanto para los potenciales alumnos como para profesores dedicados a difundirla.