domingo, 2 de noviembre de 2014

Espiritualidad y artes marciales



Parecen palabras divergentes. Espiritualidad y artes marciales aparecen comúnmente ligadas en novelas o películas de tinte romántico que pretenden crear una atmósfera artificial para unir estos dos elementos en base a una lógica que poco o nada tiene que ver con lo que verdaderamente los une.
En realidad tienen mucho que ver en tanto que el individuo que pretende progresar en el camino espiritual deberá enfrentarse a un sinfín de obstáculos. Para abordar estos obstáculos las artes marciales cuentan en sus estructuras con todos aquellos elementos necesarios.
Algunas palabras se sobreutilizan y se aplican a cualquier cosa hasta el punto que acaban perdiendo su verdadero significado. Las palabras amor, paz, libertad y otras muchas sufren el mismo despropósito que podemos observar en lo espiritual.
La raíz de estas conexiones se encuentra en una visión profunda de ambos estratos de búsqueda. Por una parte, la búsqueda espiritual nos habla de una elevación progresiva del individuo desde su parte más instintiva hasta la fenomenología más depurada observable en su psiquismo. El ser humano tiene un enorme potencial de progresión como individuo en el tiempo y su conciencia debería evolucionar a la par que su organismo porque esa característica es común a todo lo que se mueve en nuestro universo.
Este potencial desde los elementos profundos de supervivencia, nuestra materialidad corpórea, hacia nuestra elevación a los territorios sutiles de la conciencia, nuestro espíritu, se expresa constantemente en cada una de las acciones que realizamos a lo largo de nuestros días. El camino espiritual es el camino de un guerrero que se enfrenta a cada momento con la dura tarea de salirse de sí mismo para prestar atención a los procesos internos y externos que están condicionando su evolución. Desde esa distancia, sin intervención de la estructura del ego, debe interpretar correctamente esos signos y sin enjuiciarlos, establecer los procedimientos pertinentes que le permitan recoger los frutos sagrados de la experiencia y dejar las pieles y semillas intragables para que abonen el terreno para los que se alimentan de otra forma. La vida en su desarrollo no desaprovecha nada, todo debe tener un sentido.
El artista marcial es ante todo un germen inicial de un modelo humano superior. Con esto no quiero marcar diferencias de orden jerárquico social o humano. Simplemente me concentro en los objetivos reales del artista marcial verdadero, de tallar las aristas que la herencia, la cultura, la historia y su propia energética individual arrastran al territorio existencial.
Este territorio, para el amante del arte, está compuesto de esfuerzo físico y mental. Los pilares de la superación personal tienen poco que ver con la típica progresión fugaz a la que apuntan las películas. Tienen que ver con una absoluta sinceridad de nuestro deterioro material, de las pautas limitantes de nuestro cuerpo con respecto a nuestra capacidad espiritual y psíquica. El hombre puede amar, puede comprender, puede entender qué está pasando. Puede sentir cómo eso que está pasando lo está intentando transformar, cómo está pretendiendo la situación transformar el sentimiento visual y dinámico de su intención y su propia voluntad de materializar un alma sin desperdicios.
La técnica, el trabajo físico o el trabajo estratégico, dentro del arte, tiene que ver con un contexto en el que nuestro miedos, nuestra ira, nuestro rencor o nuestras dudas activas más profundas pueden emerger. Aprender a defenderse es desarrollar poco a poco una confianza en nuestro propio potencial para defender unos valores sin menoscabo de que, en última instancia, no podamos conseguir mantenerlos más allá de nosotros mismos. Aprender a aceptarlo es también comprender el presente de una forma más profunda y más real.
La naturaleza es contundente, despiadada, irracional. Esta realidad del medio en el que operamos no debe olvidarse para no caer en la ilógica sensación de que el universo es un espacio de confort. Podemos lograr ese confort interior a base de crear una estructura física y psíquica lo suficientemente fuerte como para que nada la doblegue. La práctica del guerrero ahonda en esas características del individuo para plantearle propuestas de aproximación a sus propios límites, no exclusivamente para mostrarlos, sino para entender las vías de trascendencia de los mismos y poder realizar el salto constante de un plano de conciencia inferior a otro plano superior integrando ambos en nuestra experiencia vital.
El alma del ser humano está en constante configuración y el encaje de las realidades que percibimos, los parámetros en los que se basa dicha percepción y la cantidad de progresión que una u otra aptitud nos consienten forma parte de la misma filosofía marcial que reconecta al individuo con el guerrero del espíritu que pretende ser. La palabra guerrero también ha sido capturada una y otra vez por un contexto que la sitúa de continuo entre las armas y la sangre. Para el artista marcial el guerrero lo es en virtud a su voluntad inequívoca de afrontar los obstáculos en un orden que le permita no retraerse de su verdadera función vital que es la de evolucionar, progresar constantemente y transmitir esta progresión para que el proceso evolutivo de la conciencia humana no se detenga en nuestras insignificante miserias personales. La luz y la oscuridad van de la mano en nuestro interior y el espíritu luminoso que busca un artista marcial no difiere del que busca un místico. Lo hace desde la realidad inmediata sin perderse ningún acontecimiento útil para el proceso.
Los disfraces, las desviaciones en las que las corrientes de pensamiento establecen imágenes fijas a las que adorar o desde las que proyectar una falsa imagen de santidad, no tienen nada que ver con lo que estos métodos promulgan o deberían promulgar desde lo poco que he comprendido de los gigantes a cuyas espaldas caminamos. Todo fue hecho ya, todo ha sido configurado para que el hombre en su magnitud y su minúscula presencia en el universo, sea la chispa desde la que deben arder los corazones de futuras estrellas en las que la conciencia, como hilo conductor del sentido de un universo infinito en expansión y contracción, represente el fuego del corazón guerrero que alimenta la voluntad de cualquier artista marcial verdadero. En ese punto la espiritualidad del guerrero es incuestionable, ahí se encuentran de facto estos dos caminos y se fusionan en una única búsqueda personal.